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La Añoranza


La añoranza de la vida dentro de una casita de tapia, nos lleva a recordar el ambiente hogareño y acogedor que se sentía bajo su techo, una pared calientica y segura. Pequeñas alacenas dentro de la pared que guardaban la parva o el mercado, o el hermoso altar de un santo o de la virgen María, tapados con pequeñas cortinitas que decoraban la pared fina y grande, done la tranca de la puerta para cerrarla bien, se metía dentro de unos huecos, hechos también en la pared, para que quedara más segura.

Al calor del fogón de leña, que estaba construida dentro de la cocina, sentados en una tabla recta, mirando hacer las arepas y esperando los tragos para salir a oler la aurora de la mañana de verano, el corazón hinchido de alegría, se podía sentir en la gran casita de tapia cómo Dios se manifestaba en ella. Parecía una madre grande que cuidaba con esmero, de todos.

Detrás de la casa en sus grandes paredes se colgaban algunas matas muy floridas y detrás de la casa, la escalera, la medialuna y el sacudidor de las grandes paredes.

Los cucarrones cantaban alegres trinos en las mañanas y construían sus nidos en los huequitos de las tejas, mientras crecían sus polluelos, confiados sin temor a nada.

Escrito Por: Sandra Isabel Zuluaga Duque, desde la Vereda El Vergel o Quebrada de la Puerta de Rionegro - Ant.


 
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